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EN LA MISMA FORMA, Por Wayne Jacobsen - La Vida del Cuerpo • Marzo 2000


Traducción al español por Claudia Juárez.

El no guardó el amor para Sí Mismo. Puede ser que haya sido imposible - ¡incluso para Dios! Contener algo tan hermoso para Sí Mismo era impensable. Quería compartirlo tanto que hizo un universo como casa para aquellos que había creado para ser el objetivo de ese universo.
El amor auténtico es así. Parte de deleitarse con su sublimidad y belleza es compartirlo con los demás. Cuando realmente eres conmovido y embelesado por él, intenta contenerlo si puedes. Si Dios no lo hizo, ¿cómo piensas que vas a lograrlo tú?
Los primeros creyentes transformados por la cruz no pudieron hacerlo, ni siquiera cuando estaban siendo golpeados con látigos o maltratados con piedras. Cuando se les ordenó silencio, respondieron: No podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído (Hechos 4:20).
Ellos habían sido tocados por la mayor fuerza en el universo y fueron incapaces de contenerlo, incluso cuando sabían que les costaría muy caro. Tal es la naturaleza del amor de Dios. Como dije al principio, no hay nada más poderoso en todo el mundo, y una vez que hayas experimentado la ternura del amor de Dios, no habrá manera de que lo contengas sólo para ti.

El Manantial de Amor

Voy a tener que admitir que yo crecí viendo el amor como una tarea gravosa y pesada. Amar a los demás, significaba que tenía que ser amable con ellos, incluso cuando yo no quería. Aun careciendo yo de compasión, pensaba que tenía que actuar con compasión, por lo menos, hacia otros creyentes.
Tratar de compartir el amor de Dios con el mundo era un poco más confuso y a menudo difícil e incómodo. Sabíamos que se suponía que teníamos que compartir el evangelio con ellos, pero a menudo hablábamos de ellos como enemigos que merecen el juicio de Dios. La mayoría de los intentos por compartir el amor de Dios eran impulsados sobretodo por nuestro sentimiento de condenación, porque, si no lo hacíamos, era motivo de ansiedad.
Debido a que nuestros motivos tenían que ver más con nuestras necesidades que con las de ellos, realmente no los amábamos. Eso fue probablemente más obvio para ellos, de lo que lo era para nosotros. En lugar de sentirse amados, se sentían explotados o usados por aquellos que sólo querían conseguir a alguien más en su lista.
Jesús no nos ha llamado a convencer al mundo, sino simplemente a amar a otros de la forma en que hemos sido amados. Mientras actuemos por obligación hacia otros nos quedaremos muy por debajo de lo que Jesús nos pidió que hiciéramos. Pero también Él sabe que no podemos amar eficazmente si no hemos sido nosotros mismos amados primero de una forma extraordinaria y singular. Esto puede parecer egoísta a primera vista, pero hasta que confiamos en que nuestro Padre nos cuida, constantemente utilizaremos a la gente que nos rodea para satisfacer nuestras propias necesidades y preferencias.
El desbordar de amor en nuestras vidas sólo puede comenzar con la fuente del amor, ¡el Padre! En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados (1 Juan 4:10). Una vez que experimentamos el amor como Dios lo define, no seremos capaces de contenerlo y lo compartiremos con otras personas como se nos ha compartido a nosotros. El verdadero amor no da con ningún pensamiento de lo que obtendrá a cambio.
Cuando Dios es generoso contigo, tú puedes ser generoso con los demás. Cuando Dios afirma tu valor ante Él, no buscarás sustituirlo con los demás. Cuando sabes que Dios pasa por alto tus defectos; tú pasarás por alto los de los demás.
Jesús nos dejó con un mandamiento: amarnos unos a otros como hemos sido amados. Pablo incluso coloca al amor en un plano más alto que el conocimiento espiritual, teniendo en cuenta que el conocimiento puede fácilmente envanecernos o hincharnos mientras que el amor va a edificar a otros (I Corintios 8:1) El pensó que es absurdo que los creyentes pisoteen a aquellos por quienes Cristo murió por disputas acerca de que alimentos comer o que días celebrar. Pero esto sucedió en su tiempo, y también en el transcurso de la historia, porque hemos hecho del cristianismo más un asunto de doctrina correcta que de amar a los demás.

Relaciones Sanas

Pronto encontrarás que tu seguridad en el amor de Dios y que tú conciencia de su infinita paciencia contigo redefinirán tus relaciones con los demás en la vida.
En lugar de exigir que los demás se ajusten a lo que tú piensas que es correcto, te encontrarás a ti mismo dejando que los demás tengan su propio caminar. Al ya no manipularos con lo que tú piensas que es lo mejor, les podrás permitir a ellos la misma libertad que Dios te da a ti. Les permitirás elegir su propio camino basados no en otra cosa, sino en la claridad de la verdad como tú la entiendes y la voluntad o disposición de su conciencia. Es la tarea del Espíritu Santo convencer, no la tuya.
En lugar de despreciar a las personas que están deshechas por el pecado, serás conmovido por la profunda esclavitud que los mantiene cautivos. También podrás ver más claramente cómo el Padre les está respondiendo a ellos, y entonces, saber cómo puedes hacerlo tú. A veces, eso significa que tendrás que dar un paso atrás y dejar que las consecuencias del pecado sigan su curso como el padre hizo con su hijo pródigo. En otras ocasiones, significa que te involucrarás en el desastre con ellos y les ayudarás a encontrar la salida de Dios.
En lugar de decir lo que piensas que la gente quiere oír, encontraras formas de ser gentilmente honesto con ellos. El amor humano busca confortar y consolar a las personas a expensas de la verdad. El amor de Dios busca confortar y consolar a la gente en medio de la verdad. El amor no evita el difícil momento o cede su paz sólo para ser amable. A medida que lo experimentes en tu propia relación con Él, te encontrarás a ti mismo siendo incapaz de ser falso o poco sincero con la gente.
Finalmente, por medio de mirar a Dios como el único recurso para tus necesidades, te encontrarás no sobrecargando a tus amistades con expectativas que fácilmente te decepcionarían. Existe tanto rencor en la iglesia de Dios por algo que se dijo o no se dijo, algo que se ha hecho o no se ha hecho. Y luego puede ocurrir que, o nos retiramos con sentimientos de dolor, o trabajamos aún más duro para manipular a los demás para que hagan lo que queremos.
Concediendo y encomendando toda nuestra esperanza o expectativa en la capacidad de Dios para satisfacer nuestras necesidades, no tendremos que obligar a nuestros amigos para que lo hagan. Yo sé que Dios, a menudo trabaja en otros creyentes para extender sus dones y Su gracia en mí, pero ahora también sé que yo no elijo a la persona que Él escoge para que lo haga. En otras palabras, siempre busco cómo Dios se está revelando a mí a través de otros creyentes, pero no me engaño pensando que tiene que venir de una persona específica que quiero que Él use.
Las expectativas decepcionadas destruyen las relaciones porque miramos a los demás de la manera que Dios quiere que le miremos a Él. Tales expectativas nos llevan a una frustración permanente. Sin embargo, cuando renunciamos a nuestras expectativas en la gente, encontraremos a Dios trabajando en algunas de las personas que menos habíamos pensado que nos tenderían una mano. Nuestra frustración cederá, y daremos paso a la gratitud, en cualquier momento y por medio de quien sea, Dios trabajará en otros para que nos toquen, o trabajará en nosotros para tocar a otros.

Un Puerto Seguro

En lugar de intentar rectificar o corregir a las personas en crisis, el amor nos llama a gentilmente prestarles nuestro apoyo. Seremos capaces de ofrecer puntos de vista como compañeros de lucha en el proceso, no como expertos con respuestas fáciles. Cuando vives así, serás un lugar seguro para que la gente sea alentada en medio de sus pruebas y para que ellos descubran lo que significa confiar en Dios en medio de ellas.
Las personas que sirven a la ilusión de un Dios exigente, serán inconscientemente destructivas para la gente que está viviendo en medio del dolor, en vez de ser una ayuda. Cuando pensé que tenía que trabajar muy duro para ganar la aceptación de Dios, yo pensaba que amar a la gente significaba que tenía que empujarlos para que trabajaran duro también. Cuando alguien en crisis venía a mí, yo les decía lo que estaban haciendo mal y les animaba a esforzarse más. No me sorprende que la gente que vivía en medio del dolor rehuyera de mí. Descubrí esto hace unos años, cuando estaba sentado en una sala llena de gente que estaban pasando a través de algunas experiencias de vida muy dolorosas: pérdida de empleos, crisis familiares, desesperados por familiares que habían caído enfermos, personas con enfermedades crónicas, y adictos a las drogas. Pensando en voz alta, hice la observación de que parecía ser un momento difícil para el pueblo de Dios. Hace unos años, tuve la visión de que la mayoría de los creyentes que conocía estaban viviendo la felicidad del sueño americano - familias estables con niños sanos y aumentos en sus ingresos. Miradas en complicidad corrieron por la habitación. “¿Y si le decimos?", alguien preguntó finalmente.
¿Decirme Qué?
"En aquel entonces, tu no eras una persona segura para las personas que estaban sufriendo. Tenías una respuesta para todo, y eso normalmente añade a los sentimientos de las personas condenación y un sentido de ineptitud. Sin embargo, las dificultades que has experimentado en los últimos años te han cambiado. La gente percibe tu compasión y les infundes confianza en que el Padre lo resolverá con ellos a su tiempo."
Si todo el dolor por el que he pasado abre esa puerta para los demás, puedo decir que ha valido la pena. Pero, de nuevo, esto no es nada que me propuse cambiar. De alguna manera algo de la paciencia de Dios que Él había derramado sobre mí, había rociado a otras personas sin que yo lo notara.
Estoy sorprendido de lo que el amor llama a la gente a hacer, y ni siquiera van a pensar que es un sacrificio. Recientemente conocí a una mujer del Medio Oeste de Los Estados Unidos, que se habían divorciado cuando su marido le dijo que era gay, que tenía SIDA y que quería vivir con su amante. Unos años más tarde, ya que la enfermedad avanzaba, ella sintió compasión por su ex marido y sintió que Dios quería que ayudara a cuidar de él mientras la enfermedad empeoraba.
Ella lo hizo así. Con el permiso de su esposo se mudó de nuevo, no como esposa, sino como enfermera, y cuidó de él mientras la enfermedad avanzaba. Yo no puedo imaginarme lo que representó para ella darse a sí misma de esta manera, y no creo que su obediencia debe convertirse en un estándar para otros, pero ella hablaba de esto como una de las mejores experiencias de su vida. Es más, después de su muerte, ella tuvo otros pacientes con SIDA por los próximos años para compartir el amor de Dios con ellos.

El Camino Más Excelente

Sin el amor de Dios llenando nuestros corazones, vamos a terminar perjudicando a la gente a pesar de nuestras mejores intenciones. Durante años he oído hablar de congregaciones haciéndolo. ¿Marchas de Jericó? hacían esto alrededor de las propiedades que necesitaban para ampliar sus instalaciones, según ellos, con el fin de alcanzar a la gente en su vecindario con mayor eficacia para el reino. Escuché a un pastor diciendo cómo uno de sus vecinos de al lado les vendió la propiedad que necesitaban después de que ellos salieron una tarde de domingo y marcharon alrededor de ella cantando y orando para que los dueños se la vendieran.
Unos años más tarde, pude dar una mirada a esto desde el otro lado de la barrera. Nuestros nuevos vecinos no eran cristianos y nos hicieron saber en términos muy claros que no estaban interesados en serlo. ¿Por qué rechazaban así el tema de Jesús? Nosotros les aseguramos que no insistiríamos. Cuando llegamos a conocerlos mejor, supimos el porqué. Su casa anterior estaba situada junto una iglesia y según ellos decían, la gente de allí había sido desagradable y odiosa en sus intentos de hacer que se mudaran. Se estacionaban en la salida de su cochera, pisoteaban sus flores, e incluso, una noche marcharon alrededor de la casa cantando. Como eran una pareja de ancianos, tenían miedo de ellos, casi hasta la muerte. Ellos habían luchado por su tierra por muchos años, después de eso se resistían a dejarla. Cuando por fin se mudaron, estaban amargados por la forma en que habían sido tratados y rechazaban cualquier sentido de la realidad de Dios.
En el transcurso de los siguientes trece años, sin embargo, llegamos a conocerlos, sobre todo, haciéndoles llegar su correo cuando terminaba por error en nuestro buzón. Ellos mencionaron un día, lo mucho que apreciaron algún artículo que yo había escrito para el periódico local y nuestras conversaciones con ellos, con más frecuencia se dirigieron a las cosas espirituales. Ellos estaban interesados, pero aún cautelosos.
¿Sabes lo que finalmente abrió la puerta? Un día me enteré de que estaban demasiado enfermos, les era ya imposible recoger su periódico y tenían que esperar hasta la noche, cuando su hijo venía y entonces él, recogía el periódico para ellos. Les dije que estaría feliz de hacérselo llegar todas las mañanas cuando yo recogiera el mío. Por los próximos cuatro años, hasta que nos mudamos, este era nuestro proyecto familiar. No era gran cosa para nosotros, y sin embargo, les tocó profundamente.
Yo llegué a compartir la vida de Jesús con ellos, e incluso se me pidió que presidiera el funeral del marido cuando él falleció hace un par de años. Ellos no fueron proyectos misioneros para nosotros, ellos eran amigos y vecinos por quienes nos preocupábamos.
Jesús dijo lo mismo. El que me ama, mi palabra guardara -“obedecerá” en la versión en inglés- (Juan 14:23).
Sé que esto puede tomarse de dos maneras, y la mayor parte de mi vida he seguido la manera equivocada. Pensé que Jesús estaba diciendo que si realmente lo amaba yo seguiría todos sus mandamientos, como si guardarlos fuera una prueba de que estoy amando. Pero sus acciones y enseñanzas demostraron que es de otra forma. Aquellos que aman, se encontrarán a sí mismos obedeciendo sus caminos, porque el guardarlos es sólo el resultado natural de amar.
La diferencia es fundamental, de vital importancia, porque determinará en dónde vamos a invertir nuestros esfuerzos – en guardar o en amar. Sabemos que nuestros mejores esfuerzos por guardar nunca serán suficientes, pero la transformación que el amor trae a nuestras vidas nos ayudará a vivir como Jesús vivió en el mundo.
Es por eso que Él nos dijo que amaramos en la misma forma en que él nos amó.
Hasta que no sepamos lo profundamente que Él nos ha amado, no podremos hacerlo.
Una vez que sabemos plenamente la forma en que Él nos ha amado, no podremos evitar desbordarnos para amar así nosotros también.
En esto consiste el amor:
No en que nosotros hayamos amado a Dios,
Sino que él nos amó a nosotros,
Y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.
1 Juan 4:10

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