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INGREDIENTES DEL ACEITE SANTO, "Coronado con Aceite" – George H. Warnock



Hemos hablado del aceite del candelero que daba luz en el santuario. Pero ahora queremos hablar de los ingredientes del aceite de la unción que se usaban para la unción del sacerdocio y del tabernáculo.
“Tomarás especias finas: de mirra excelente…, y de canela aromática…de cálamo aromático…, de casia… y de aceite de olivas... Y harás de ello el aceite de la santa unción.” (Éxodo 30:2325).
(1) Mirra excelente (también traducida como “mirra líquida”). La mirra era una resina olorosa que rezumaba el arbusto de la mirra. Pero era “amarga”, y eso es exactamente lo que significa la palabra “mirra”. Como recordarás, la mirra
era uno de los dones que los sabios trajeron a Jesús en Su nacimiento. Porque había de ser “varón de dolores” en Su vida y en Su muerte. Su verdadero gozo brotaba de la obediencia a Su Padre Celestial, y en Su relación permanente con Él. Él no se gloriaba en Su ministerio, en Sus obras, en Sus logros—daba toda la gloria al Padre que era quién hacía todas Sus poderosas obras por medio de Él.
¿No nos hemos preguntado a veces como es posible que hombres que han tenido una gran unción, hayan carecido de la gracia y de la hermosura del Espíritu en sus vidas? Es porque han rehusado permitir que la mirra se mezcle con el aceite en los laboratorios de Dios. El camino del discipulado ha sido pervertido para significar simplemente el llegar a someterse a algún ministerio o alguna clase de sistema de iglesia. Los hombres simplifican el camino del discipulado eliminando la mirra. 
Simplemente sujétate a nuestra “cobertura”.
Simplemente involúcrate en nuestro “orden de iglesia”. Simplemente reconoce a “nuestro profeta” o a “nuestro apóstol”, si quieres ser un verdadero discípulo.
Pero a pesar de todas las garantías que ellos puedan darnos, el camino del discipulado demanda tanto hoy como cuando Jesús advertía a Sus discípulos:
“El que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo…Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.” (Lucas 14:27.33).
(2) Canela Aromática. La canela dulce era de la corteza del arbusto de la canela y tenía una cierta dulzura aromática. El significado raíz de la palabra es “erigir” o “estar en pie”. El aceite santo, si está compuesto verdaderamente por el boticario, hará que el pueblo ungido de Dios ande rectamente, camine en verdad. Del Hijo ungido dice que “has amado la justicia y aborrecido la iniquidad”. Nos gloriamos en la justificación—en la justicia imputada de Cristo que recibimos por la fe. Pero si verdaderamente recibimos esta justicia y caminamos en ella, vamos a aborrecer la iniquidad. Estas dos cosas se excluyen mutuamente. La verdad y el engaño no pueden coexistir. La justicia y la iniquidad no pueden coexistir. Una cubrirá a la otra y terminará por excluirla.
No es difícil discernir un montón de moscas muertas en la unción hoy día. “Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista” (Eclesiastés 10:1).
(3) Cálamo Dulce. La palabra “cálamo” ha sido traducida como “vara” o “bastón”, y una vez como “rama” (para las ramas del candelero). (Lee Isaías 42:3; 43:24; Éxodo 25:33). Y así como Juan el Bautista (que parecía ser una "rama sacudida por el viento”), el cálamo dulce es una vara de fortaleza, un canal, una rama por la que el aceite puede fluir. Es la misma palabra que se utiliza para el “tallo” sobre el que se forman y maduran los granos de maíz (Lee Génesis 41:5). Un tallo alargado, aparentemente sin ningún valor en particular; pero la vida fluye por él y hace que crezca el fruto y que madure. No hay nada pretencioso al respecto. “No busca lo suyo”. Simplemente quiere ser un canal para el aceite, el tallo por el que pueda fluir la vida para producir el fruto del Espíritu y para producir la vida de Cristo en otros. Pablo llevaba consigo un “tesoro” en “vasos terrenales”. La razón era para que la “excelencia del poder fuera de Dios, y no de nosotros”. (2ª Cor. 4:7). Una vara en mano de Moisés mientras cuida de las ovejas en Madián se convierte en “la vara de Dios” cuando viene delante de Faraón. El cayado del pastor se convierte en un cetro de poder y de autoridad. “Una vara sacudida por el viento” golpea con temor en el corazón de un poderoso y malvado Faraón. Un hombre esposado hace que otro gobernador “tiemble”. En Su juicio, los soldados tejen las zarzas para convertirlas en una corona de espinas y para ponérsela en la cabeza a Jesús, colocando una vara  endeble en Su mano y aclamándole “Rey de los Judíos” en tono burlesco. Pero en la sabiduría de Dios y en la sabiduría de la Cruz, esa “vara” se convierte en Su cetro de dominio real sobre toda la creación. La corona que Él llevó se convierte en la corona del Rey ungido que reina eternamente sobre la colina de Sión, Rey de reyes y Señor de señores.
¿Cómo entonces los reyes y señores inferiores del Reino de los Cielos se jactan de cetros de vara de hierro y de coronas de oro? Parece que pensaran que Jesús se convirtió en el Cordero para que ellos pudieran convertirse en leones. Que Jesús tomó forma de “siervo” (esclavo) para que ellos pudieran tomar forma de reyes.
(4) Casia. La casia era también la corteza de un arbusto. Y su significado raíz es “marchitado”. Procede la misma raíz que la palabra “postrarse” cuando se refiere al siervo de Abraham postrando su cabeza y adorando al Señor en humildad de corazón (Gén. 24:26). Es también la palabra utilizada para “espalda encorvada”, cuando David se humilló en reverencia delante de Saúl (1ª Samuel 24:8).
La carne puede producir una humildad burlona y legalista. Pero estamos hablando de un verdadero temor y adoración reverencial, inherentes en el aceite de la unción de los laboratorios de Dios. La risita atolondrada y el gozo en muchos de nuestros lugares de “adoración” no tiene nada que ver con la unción santa. La felicidad, el gozo y el entretenimiento casi han desplazado a la casia de la casa de Dios. Todo este entretenimiento musical profesional que tenemos hoy día no tiene nada que ver en absoluto con la verdadera unción. La verdadera unción es principalmente un estado de ser, no un acto que obras en el momento del servicio religioso. Jesús habla sobre los “verdaderos adoradores”, y no meramente sobre el acto de la adoración. Sólo cuando te conviertes en un adorador puedes verdaderamente “adorar al padre en Espíritu y en verdad” (Juan 4:23). Busquemos ministrar a Cristo, para que los hombres se conviertan en adoradores, en lugar de tratar de estimular la “adoración” en un servicio religioso.
¿Sabías que la primera mención de la palabra “adoración” en la Biblia tiene que ver con la ofrenda de Isaac sobre el altar de Moriah? La verdadera adoración es simplemente eso: darlo todo a Dios en entrega total. Le das gloria, honra y acción de gracias en la alabanza; pero en la adoración hay un “postrarse” delante de Él en entrega total a Su Señorío. Y así, después de exaltar al Señor con el cántico, la alabanza y la gratitud, el salmista prosigue y clama por la adoración:
“Venid, adoremos y postrémonos; Arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor.” (Salmos 95:6).
La verdadera adoración lleva a una entrega total a Su voluntad. La verdadera adoración suaviza el corazón para que podamos oír Su voz y nos condiciona a caminar en línea con Dios. Dios, oramos, mézclanos con la casia de Tus tratos llenos de gracia para que podamos conocer la plenitud del aceite de Tu unción.
(5) Aceite de Oliva. El aceite de oliva es usando constantemente en las Escrituras como un tipo del Espíritu Santo. Pero el aceite de la unción se mezcla con todos estos ingredientes que hemos mencionado para describir más claramente los atributos del Espíritu de Dios, cuya presencia en nuestras vidas hará extender la fragancia de Cristo. Él viene a nuestras vidas para hacer real a nosotros al Señor Jesús, y para brillar desde nuestras vidas en la hermosura de la santidad.

El Arte del Perfumista
¿Entendemos ahora la razón por la qué los hombres pueden ser ungidos de Dios y aún así, faltarles la gracia, la santidad, la hermosura de Cristo? Es porque no han conocido los procesos de Dios en Sus laboratorios divinos. ¡Como hemos tratado de tomar los ingredientes de Su gracia y mezclarlos en nuestras vidas para que las virtudes de Su propio carácter y excelencia puedan fluir! ¡Y como hemos fracasado estrepitosamente!
Ahora entendemos por qué. No hemos estado dispuestos a sufrir la mezcla de las virtudes de Cristo según el “arte del perfumista”. Sólo Dios conoce el secreteo de este arte “maravilloso”. Pero Él comparte Sus secretos aquí y ahí cuando estamos dispuestos a someternos a Sus caminos. Y al hacerlo, descubrimos que la unción es más fragante, más agradable a los ojos de Dios, y más edificante a las vidas de Su pueblo. La amargura de la mirra quita la amargura de circunstancias, de desengaños del pasado, y de las muchas heridas echas a nosotros en las batallas de la vida. Hay una fragancia y una dulzura de nuestras vidas que no habríamos conocido a menos que nos hallásemos a nosotros mismos aplastados y pulverizados en los morteros del perfumista de Dios. Descubrimos que la rama golpeada de nuestro cálamo nunca está realmente rota, que el lino humeante no está apagado. Más bien, Dios nos ha llevado por este camino para prepararnos para una unción mucho más rica, una unción mucho más pura, un aceite santo que coronaría nuestras cabezas con virtudes sacerdotales y ministerio sacerdotal en la casa de Dios.
Y así, continuamos orando: “Señor, mézclanos en tu laboratorio Divino. Añade todas las gracias y virtudes de Tu Espíritu en nuestras vidas y mézclanos en tu aceite santo conforme a tu propio arte y sabiduría, aunque tus caminos parezcan ser muy amargos—para que mezclados con los sufrimientos de Cristo y con la fragancia de Tu propia naturaleza, podamos descubrir la corona del ministerio sacerdotal. No nos des el poder que ejercen los gobernadores de los gentiles, para enseñorearse de otros. Danos genuino poder espiritual con los hombres y con Dios—poder sacerdotal para poder gobernar sobre los inquietos corazones de los hombres por medio de una ministración de tu gracia, paz, verdad y amor.”

Las Restricciones del Sacerdocio
Hay muchas restricciones puestas sobre el sacerdocio y la razón es muy clara:
“Porque la consagración por el aceite de la unción de su Dios está sobre él.” (Lev. 21:12). Estamos restringidos por causa del aceite de la unción. La unción no nos da libertad para hacer como nos parezca. Dios nos haga saber que la corona de aceite es una corona que nos confina al santuario. “Ni saldrá del santuario”. Perezca el pensamiento de que por tener la unción, la “libertad del Espíritu” nos da libertad para hacer nuestra propia obra, para magnificar o agrandar nuestro ministerio, para ir y venir, hablar o ministrar como consideremos.
Ni tampoco significa que nos hacemos miembros del clero, o que nos confinamos en un claustro. El aceite santo es para todo el pueblo de Dios. Porque este santuario vivo en el Nuevo Pacto no es ninguna clase de sistema religioso—ni tampoco un edificio que haya sido dedicado para la gloria de Dios. El pueblo de Dios es Su santuario; y la santa presencia de Dios es el lugar donde nos sentamos delante de Él para habitar en Su Templo. Y aquí es donde descubrimos la revelación de Su corazón por el Urim y el Tumim. Puede ser en tu trabajo o en tu negocio, en la fábrica o en la granja, en el campo o en las calles. Los santos sacerdotes de Dios han de permanecer en el santuario todo el tiempo, incluso al caminar en medio de los hombres. Aún más, debemos saber que no ministramos como sacerdotes a menos que estemos delante del propiciatorio en los lugares celestiales. Debemos llegar a estar completamente enfocados en el cielo, llevando la mitra santa sobre nuestras cabezas, y la corona de “santidad al SEÑOR”, si es que vamos a ser de alguna valía terrenal aquí, en medio de los hombres.

No Somos parte del Sistema de la Ramera
“No tomará viuda, ni repudiada, ni infame ni ramera, sino tomará de su pueblo una virgen por mujer” (Lev. 21:14). Pablo dijo, “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo.” (1ª Cor. 11:2). Cualquier cosa, cualquier sistema religioso, cualquier ministro, cualquier apóstol, cualquier profeta—que se entreponga entre tú y Cristo, Dios no lo aprobará. El verdadero ministerio es para este propósito: asegurar que el pueblo a quien ministramos esté completamente consagrado a Cristo y no a nosotros ni a cualquier sistema religioso. El ministerio no ha de erigirse como un mediador entre el pueblo de Dios y el Señor, o por encima de ellos—sino a ser uno con ellos en relación mutua con Cristo.

El Sacerdocio debe ser sin defecto
“Ninguno de tus descendientes por sus generaciones, que tenga algún defecto, se acercará para ofrecer el pan de su Dios...” (Levítico 21:17).
¿Quién está preparado? ¡Solamente Cristo está preparado! Y Él lleva la “iniquidad” de un pueblo santo sobre Su corazón para que Él pueda limpiarlos y perfeccionarlos, para que también ellos puedan estar preparados en unión con Él.
“Porque ningún varón en el cual haya defecto se acercará; varón ciego, o cojo, o mutilado, o sobrado, o varón que tenga quebradura de pie o rotura de mano, o jorobado, o enano, o que tenga nube en el ojo, o que tenga sarna, o empeine, o testículo magullado. Ningún varón de la descendencia del sacerdote Aarón, en el cual haya defecto…se acercará.” (Levítico 21:18.21).
¡Qué nivel tan alto! ¡Qué enferma y deformada está la Iglesia de Jesucristo! Pero Su cuerpo fue roto y Su sangre derramada para que podamos ser sanados. Él fue cegado con la sangre que emanaba de Su frente para que nosotros podamos ver. Él fue hecho cojo por los clavos en Sus pies para que nosotros podamos caminar por caminos de verdad y de justicia. Su talón fue herido para que por Su talón herido nosotros podamos herir la cabeza de la Serpiente y ser libres. Le rompieron los pies y las manos con clavos crueles (aunque no fue roto ningún hueso suyo) para que nosotros podamos caminar en justicia y usar nuestras manos para Su gloria.
“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido” (Isaías 53:4).
Él sufrió todo esto para que nosotros, que estamos familiarizados con muchas enfermedades y aflicciones, tanto físicas como espirituales, podamos ser sanados; para que nosotros, Sus hermanos, Sus hijos, podamos ministrar con Él en el santuario celestial, coronados con una plancha de oro de “Santidad al SEÑOR”, y con una corona de aceite de unción sobre nuestra frente.

Restricciones del aceite santo

Hemos hablado un poco sobre las restricciones del sacerdocio. Ahora queremos hablar sobre las restricciones del aceite de la unción; porque fue por causa del aceite santo que Dios puso estas prohibiciones sobre nosotros.
(1) El aceite no es para la carne
“Sobre carne de hombre no será derramado, ni haréis otro semejante, conforme a su composición; santo es, y por santo lo tendréis vosotros.” (Éxodo 30:32). Hemos mencionado algunas cosas en esta línea cuando hablábamos de la consagración del sacerdote.
Dios no derramará Su aceite santo sobre carnalidad. Los sacerdotes de Dios deben despojarse de sus vestiduras sucias y ser lavados en el agua pura del lavatorio. Esta vasija para el lavamiento estaba en la puerta del lugar santo. Aquí, delante de Moisés y de Dios solamente, los sacerdotes se desnudaban, no delante de los ojos de la nación que estaba acampada fuera de la valla de lino. Dios no quiere que Su pueblo mire la desnudez de los pecadores de Dios. Necesitamos recordar esto en este día y hora en que Dios está exponiendo los corazones de los hombres. Pero no nos encojamos de exponernos abiertamente delante de nuestro Mediador en los cielos. Él desea solo poder limpiarnos con agua pura porque Él quiere que entremos al servicio sacerdotal para Él. Hay un solo Mediador, nunca olvidemos eso. Y estemos seguros de que si estamos compartiendo los problemas de otro ministerio sacerdotal, solo podremos funcionar delante de Dios en virtud de la unción del Sumo Sacerdote mismo. Son Sus vestiduras de verdad y de mansedumbre las que debemos llevar. Son sus palabras de consuelo y de perdón las que debemos hablar. Los verdaderos sacerdotes no apartarán la tela de la puerta para exponer a su hermano, como el Cam de antaño. Sino que como Sem y Jafet, cubrirán la desnudez y recibirán la bendición de Dios en su vida por causa de su corazón sacerdotal. Porque Él sabe que si éste se deleita en la caída de su sacerdote compañero, él será el siguiente en caer. Él sabe que Dios quiere sacerdotes “misericordiosos” que puedan mostrar compasión a los que estén en error. Él sabe que él mismo también está “rodeado de debilidad”—y si no lo sabe,
tendrá que descubrirlo antes de poder estar preparado como sacerdote en el santuario de Dios.
“Sobre carne de hombre no será derramado.” Los sacerdotes de Dios deben ser lavados y limpiados y después revestidos de vestiduras sacerdotales. Vestiduras de Su justicia. Vestiduras para gloria y hermosura. Vestiduras de “lino fino”. No hemos de llevar puesto nada que produzca “sudor” en la casa del SEÑOR. (Lee Ezequiel 44:17,18). ¡Que terrible sudor producen algunos sacerdotes de Dios al buscar quemarse a ellos mismos por Dios y por sus propios logros! Dios dice, “Veo vestiduras tejidas con telas de araña” y declara: “Sus telas no servirán para vestir, ni de sus obras serán cubiertos.” (Isaías 59:6). Dios está levantando un sacerdocio conforme a Sadoc, que ministrará en verdad y en justicia, y sus vestiduras serán de lino puro, santo y limpio. Sadoc significa “justicia”. El nombre es la última parte de la palabra “Melquisedec” (MelquiSadoc), que significa príncipe de justicia.
Estamos hablando de las restricciones del aceite santo. No es para la carne. Es para un sacerdocio cuyas vestiduras sucias le han sido quitadas, que han sido lavados y vestidos con las vestiduras de Su propia justicia.
(2) No hay sustituto para la Unción
“Ni haréis otro semejante.” (Éxodo 30:32). No debemos intentar hacer que algo sea como lo verdadero.
¡Qué valiente y blasfema se ha vuelto la iglesia en nuestros días! Una cosa es que falte la unción, o que sin saberlo, nos metamos en una unción falsa. Pero hoy día muchos declaran abiertamente que están usando el arte del mimo para mejorar Su adoración en la casa de Dios. ¡Hay profesionales del mimo, de la pantomima, de las marionetas, del teatro, de la magia y de los payasos por todas partes que están enseñando al pueblo a hermosear su adoración! ¡Y todo ello en el nombre de la adoración carismática!
¿Cuánto tiempo todavía ha de pasar hasta que vengas y limpies Tu templo, y “purifiques a los hijos de Leví, los limpies, y los afines como a oro y como a plata, para que puedan ofrecerte una ofrenda en justicia “? (Mal. 3:3).
La falsedad, la ficción y los sustitutos en la Iglesia hoy día son increíbles. Pero en todo eso, tiene que haber un velo de gran engaño sobre los corazones de la gente—puesto que muchos creen que esta es la verdadera adoración y la verdadera unción.
¿Es que la Iglesia no se da cuenta de que “anticristo” no significa solo “contra Cristo”, sino que también significa “en lugar de Cristo”? Y Cristo significa el Ungido. ¿Es que no podemos ver que aquel que es “en-lugar-de-la-Unción” es realmente “Anti-Cristo”?
Dios, ayuda a Tu pueblo a verte y a ver como ves tu la unción falsificada en medio de nosotros; ¡Porque sólo cuando Te veamos, y comprendamos el dolor de Tu corazón, podremos volvernos de la desviación de nuestros caminos!
El pueblo de Dios solía cantar bajo la unción, alababa en la unción, adoraba en la unción, bailaba delante del Señor en la unción. Pero ahora simplemente lo hacen porque han sido enseñados a hacerlo profesionalmente.
¡Jóvenes, buscad todo aquello que es verdadero en Dios! Puede que sea mucho más difícil de hallar—pero no hay nada comparado con el santo aceite de la unción de Dios. Podréis hacer algo semejante a eso y pasarlo muy bien. Y podréis obtener muchos aplausos de cristianos mentalmente carnales que no saben nada sobre la unción de Dios. Pero todo es “madera, heno y hojarasca” y ascenderá como humo en el Día de Cristo.

La Fragancia de lo Real
En realidad no necesitas mucho conocimiento bíblico o discernimiento para ver la falsedad de todo ello. El olor es más que suficiente.
De Cristo dice: “Has amado la justicia y aborrecido la maldad; Por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros. Mirra, áloe y casia exhalan todos tus vestidos; Desde palacios de marfil te recrean.” (Salmos 45:7,8).
¡No intentes hacer nada así! Simplemente no huele bien. Desecha tu maquinaria y adora al Señor en la hermosura de la santidad. No necesitas bailarinas ni tampoco instrucciones de coreografía para poder bailar delante del Señor. No necesitas palabras floreadas—deja que tus palabras fluyan desde un corazón que ha tocado al corazón de Dios.
Y si levantas tu instrumento o tu voz para expresar Sus alabanzas—que tu cántico sea el cántico del Señor que Le glorifica, y atrae los corazones de la gente hacia Él.
Dios no necesita los bufones de la corte para divertir Su corazón cargado, ni estarán delante de Él en Sus atrios sacerdotales.
(3) Es Santo
“Santo es, y por santo lo tendréis vosotros.” (Éxodo 30:32). Es algo consagrado completamente al servicio de Dios, totalmente apartado para Dios y para Sus propósitos. Es Su obra, no la nuestra. Cristo Jesús "nos ha sido hecho sabiduría,
justificación, santificación (santidad) y redención” (1ª Cor. 12:30).
Dios quiere que demos a Su sacerdocio la misma Unción que Él dio a Cristo, y ser tan santos a nuestros ojos, como a los Suyos. “Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros…” (1ª Juan 2:27).
(4) No es para el extraño
“Cualquiera que compusiere ungüento semejante, y que pusiere de él sobre extraño, será cortado de entre su pueblo.” (Éxodo 30:33)
Es para la familia de Dios: “vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.” (1ª Pedro. 2:5).
Si, nacemos comos “sacerdotes” en la familia de Dios, pero si vamos a participar del sacerdocio, debemos ser disciplinados. Debemos ser lavados en agua pura, despojados de las viejas vestiduras y revestidos con las nuevas, además de consagrados al servicio sacerdotal. Debemos conocer las restricciones del aceite santo. Nuestra heredad como sacerdotes no nos da libertad para ser indulgentes en la obra del Señor cuando así lo deseemos, o como lo consideremos oportuno.
El aceite de la unción nos confina a Su voluntad. No somos libres para usar unciones sustitutivas—si pensamos que atraeremos a más gente. No podemos usar fuego extraño como Nadab y Abiú, o como nuestros artistas modernos, que usan máquinas de humo para imitar la gloria de Dios. No podemos ofrecer incienso extraño para obtener el aplauso de los hombres. ¡Pregunta a Nadab y a Abiú si el hecho de “haber nacido” sacerdotes fue suficiente para prepararlos para el ministerio en las cosas santas tal y como ellos vieran apropiado!
Dios se entristeció por causa de la casa de Israel y dijo:
“Basta ya de todas vuestras abominaciones, oh casa de Israel; de traer extranjeros, incircuncisos de corazón e incircuncisos de carne, para estar en mi santuario y para contaminar mi casa (Ezequiel 44:7,9). El extranjero en la casa de Dios es el hombre “incircunciso de corazón”. La circuncisión del Nuevo Pacto capacita al hombre para “servir a Dios en el Espíritu y gloriarse en Cristo Jesús, y no tener confianza en la carne.” (Fil. 3:3).
Dios dice que Sus sacerdotes deben ministrar conforme “al orden del santuario”.
Es desorden si no es el orden de Dios. Es esclavitud de hombre si no es la libertad del Espíritu. El “orden del santuario” determinará la forma y el carácter de nuestras reuniones en Su Nombre. Ahora mismo hay una enorme cantidad de fuego extraño, de incienso extraño y de unción extraña. Pero por causa de que la gloria de Dios ya no está ahí, no hay fuego que salga de la presencia de Dios para poner fin a todo ello.

Confinados a la Unción
Reconozcamos que es precisamente en las restricciones del aceite de la unción donde descubrimos la verdadera libertad en nuestros espíritus. Porque, ¿Qué hombre es liberado para servir a Dios en la libertad del Espíritu sino aquel que anda en la restricción de la unción? ¿Qué hombre conoce la verdadera libertad sino aquel que se sienta a Sus pies, confinado a Su voluntad? ¿Quién es el que conoce la verdadera libertad sino aquel que entra en el yugo de Cristo? ¿Es que no podemos ver la contradicción gloriosa de pelear la buena batalla para entrar en el reposo de Canaán¿De tomar Su yugo para aprender de Él, y hallar descanso para nuestras almas? ¿De convertirnos en esclavos de Cristo para descubrir la verdadera libertad? ¿De entrar en una cárcel de confinamiento para descubrir la libertad de hacer Su voluntad? ¿De convertirnos en prisioneros de Faraón o en prisioneros de Nerón—para descubrir que somos libertos del Señor? ¿De experimentar la mirra de la prueba y de la amargura, para que nuestras vidas muestren la fragancia de Cristo? ¿De morir para que podamos surgir en vida?
¿De contar todas las cosas por pérdida “por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús nuestro Señor”?
¡Contradicciones gloriosas! Y gloriosa y santa es la unción que nos confina a la sabiduría escondida y nos libra de la sabiduría de este mundo— Que nos confina a Él, que es amor puro y luz pura, y nos libra de la oscuridad que nos rodea en este mundo— Que nos confina a lo largo, lo ancho y lo alto de las profundidades de Dios— profundidades que son inescrutables—y nos libra de las cosas fugaces y pasajeras de esta vida— Que nos confina a océanos de verdad y amor, y no libra de los fangosos pantanos de la teología y de las filosofías de los hombres— Que nos confina a Su palabra viva, y nos reduce a Dios, para que podamos librarnos de nosotros mismos y del mundo a nuestro alrededor.

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