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PRIMERA DE JUAN, Cap. 2 / 8: Judaísmo, anticristo de hoy (Anticristos 4), Dr. Stephen Jones



13 de enero de 2018



La unción que hemos recibido como creyentes, en cuanto a su calidad, es la misma unción que Jesús recibió. Esto no quiere decir que el cuerpo de Cristo sea lo mismo que la Cabeza. Posicionalmente, Jesucristo siempre será la Cabeza, y nunca le reemplazaremos como tal. Como creyentes, reconocemos Su autoridad sobre nosotros y, de hecho, sobre toda la Tierra. Le apoyamos como el Rey legítimo y creemos que todas las cosas se pondrán bajo Sus pies cuando termine la historia.

Sin embargo, como cristianos, somos "pequeños cristos", como la palabra lo implica. Estamos siendo procesados ahora y en épocas pasadas durante nuestro tiempo en la Tierra, con la esperanza (expectativa) de que seremos semejantes a Él y nos conformaremos totalmente a Su imagen. Cuando seamos plenamente como Él, entonces la Cabeza podrá trasplantarse al cuerpo, en el sentido más amplio, sin necesidad de drogas espirituales contra el rechazo.

Hubo muchos ungidos en las Escrituras. Todos eran tipos de Cristo. Aunque cada uno fue imperfecto, sus vidas y acciones revelaban aspectos del carácter y el ministerio de Jesucristo. Cuando Aarón fue ungido, se convirtió en un tipo de Cristo en su rol sacerdotal. Cuando David fue ungido por Samuel, se convirtió en un tipo de Cristo en su papel de gobernante. Tanto Aarón como David, entonces, fueron cristos (hebreo: mesías), porque fueron ungidos. Entonces Levítico 4:5 habla de "el sacerdote que es mesheakh", ungido o mesías.

Nosotros también tenemos esa unción, dice 1 Juan 2:20, y entonces "seremos sacerdotes de Dios y de Cristo" (Apocalipsis 20:6). Jesús era el Ungido, y entonces le conocemos como Jesu-Cristo. Saber que somos ungidos significa que, técnicamente hablando, el apóstol mismo fue Juan-Cristo, o Pedro-Cristo, o Santiago-Cristo. Podríamos decir lo mismo de nosotros mismos, pero tal práctica podría confundirse fácilmente con orgullo y arrogancia por los demás, por lo que probablemente no sea una buena idea hacerlo.

No obstante, tenemos una unción del Santo, y estamos llamados a vivir en consecuencia.


Verdad y mentira

21 No te he escrito porque no sabes la verdad, sino porque la sabes, y porque ninguna mentira es verdad.

Los ungidos han recibido el Espíritu de verdad, como dijo Jesús en Juan 14:16,17:

16 Y yo rogaré al Padre, y él os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre; 17 ese es el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce, pero vosotros le conocéis porque Él permanece con vosotros y estará en vosotros.

Aquí, Jesús implica que el Espíritu de verdad ya había estado "con" Sus discípulos, pero en un futuro cercano "estará en vosotros". El Espíritu Santo había estado anteriormente en la Tierra y había llenado el Tabernáculo de Moisés y el Templo de Salomón. Pero Pentecostés fue diseñado para dar al Espíritu de la verdad una nueva residencia en nosotros. Ahora somos los templos de Dios (1 Corintios 3:16). Este fue el propósito divino desde el principio. Las viviendas externas de Dios fueron solo tipos y sombras y nunca se suponía que fueran permanentes. Ni tampoco Dios volverá a tales viviendas en el futuro.

Tener el Espíritu de verdad morando en nosotros es conocer la verdad. Por supuesto, nadie conoce toda la verdad, ya que hemos estado aprendiendo la verdad durante mucho tiempo y todavía tenemos mucho más por aprender. Pero la revelación de Dios debe ser continua, llenando lentamente nuestros corazones hasta que seamos como Jesús.

La verdad reemplaza a las mentiras, así como la luz reemplaza a la oscuridad. 1 Juan 2:22,23 dice:

22 ¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. 23 El que niega al Hijo no tiene al Padre; el que confiesa al Hijo también tiene al Padre.

Juan no estaba profetizando acerca de un futuro anticristo, sino del anticristo que estaba vivo y bien en su propio tiempo. Hubo muchos anticristos que negaron que Jesús es el Cristo, cada uno creyendo la mentira del anticristo que ellos apoyaron. ¿Quiénes eran? Juan 1:11 nos dice:

11 Vino a lo que era suyo [tribu, nación], y los que eran suyos no le recibieron.

El requisito es creer que Jesús es el Cristo (Mateo 16:16,17) y que Él es el Hijo de Dios (Lucas 22:70). Los líderes judíos no creyeron en Él, sino negaron que Jesús fuera el Cristo, y entonces ellos usurparon Su trono. Al hacerlo, se convirtieron en el anticristo, teniendo el mismo espíritu que se vio en Absalón. Del mismo modo, mientras decían adorar al Padre, negaban al Hijo. Juan dice que esto no es posible, "El que niega al Hijo no tiene al Padre".

Jesús mismo dijo en Juan 12:44, "El que cree en mí no cree en mí, sino en el que me envió". Además, Jesús dijo en Juan 12:48,

48 El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que hablé es la que le juzgará en el último día.

Los judíos afirmaban creer en Moisés, así como en el mismo Dios, pero Jesús dijo en Juan 5:45-47,

45 No penséis que os acusaré ante el Padre; el que os acusa es Moisés, en quien habéis puesto vuestra esperanza. 46 Porque si creyerais a Moisés, me creeriais; porque él escribió de Mí. 46 Pero si no creéis en sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?

Muchos cristianos hoy en día han sido engañados para asumir que el judaísmo cree tanto en el Padre como en Moisés y que solamente rechazan al Hijo. Aparentemente, tales cristianos no creen en las propias palabras de Jesús, y entonces la verdad no está en ellos. Han creído una mentira, como dice Juan, y esto desacredita su reclamo de tener la unción. Cuando Juan habló del anticristo en términos de negar al Hijo, él estaba hablando específicamente de los judíos que rechazaron al Hijo, pero que afirmaban tener al Padre. Ese sistema de adoración, que hoy se conoce como judaísmo, es lo que Juan llamó "el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo" (1 Juan 2:22). Y dado que el judaísmo existe hoy, rechazando continuamente a Jesús como el Hijo de Dios, el anticristo está con nosotros ahora. La única razón por la cual los hombres hoy buscan un anticristo alternativo es porque no creen lo que Juan escribió claramente en su carta.

La principal diferencia entre el primer siglo y el presente es que el conflicto ya no se limita al Cetro de Judá y al Trono de David. Ahora incluye el Derecho de Nacimiento de José y el que tiene Derecho al Nombre Israel. La batalla ahora se libra en los bosques de Efraín, por así decirlo. Y cuando termine esta batalla, si el patrón del destino de Absalón demuestra ser profético, los líderes judíos no se arrepentirán, sino que serán destruidos. El anticristo no se convertirá, ni gobernará el Reino como pueblo elegido de Dios.

Por supuesto, tenga en cuenta que muchas personas entre ellos se arrepintieron, tanto en el primer siglo como en siglos posteriores. El arrepentimiento siempre ha cambiado todo. El apóstol Pablo es un excelente ejemplo, junto con todos los apóstoles originales, excepto Judas. El arrepentimiento, sin embargo, significa que una persona debe reclamar una "madre" diferente, como se define en Gálatas 4:25,26. Muchos afirman que la Jerusalén terrenal es la "iglesia madre" y que será la capital del Reino en la era venidera. Tales personas tienen una madre equivocada y están apoyando la ciudad del Antiguo Pacto. La salvación se encuentra en el Nuevo Pacto, en la Jerusalén celestial, no en la ciudad terrenal.

Esta es la Palabra clara de Dios. Hay muchos pasajes en la Escritura que han sido interpretados de una manera que contradice la Palabra en Gálatas 4. La mayoría de las veces, las personas son engañadas porque no se dan cuenta de que Jerusalén literalmente significa "dos Jerusalenes". La palabra hebrea Ierushalayim ("Jerusalén") tiene la terminación dual, ayim, que PRECISAMENTE significa DOS.

Por lo tanto, cuando los profetas hablan de Jerusalén, debemos discernir a qué ciudad (celestial o terrenal) se refiere el profeta. Cuando hablan de que Jerusalén es juzgada por su maldad, hablan de la ciudad terrenal. Cuando hablan de que Jerusalén será restaurada en gloria, hablan de la ciudad celestial. Sabemos esto, porque en Apocalipsis 21, Juan cita pasajes del Antiguo Testamento sobre Jerusalén, aplicándolos a la ciudad celestial.

Esta es una de las grandes claves para comprender la verdad. Sin embargo, pocos enseñan esto hoy. Juan, sin embargo, nos dice que "ninguna mentira procede de la verdad" (1 Juan 2:21), y luego procede a contarnos acerca de la gran mentira de su día: la mentira de que uno puede tener al Padre sin el Hijo. Esa mentira ha causado que grandes porciones de la Iglesia piensen que el anticristo (el judaísmo) se convertirá y será elegido para gobernar con Cristo en el Reino venidero.

1 Juan 2:24,25 continúa,

24 En cuanto a vosotros, dejad que [la palabra o la verdad] permanezca en vosotros, lo que escuchasteis desde el principio. Si lo que escuchasteis desde el principio permanece en vosotros, también permaneceréis en el Hijo y en el Padre. 25 Y esta es la promesa que él mismo nos hizo: la vida eterna.

La palabra de verdad es que Jesucristo es el hijo de Dios. Es la misma verdad que hizo que Pedro hiciera su gran confesión en Mateo 16:16. Fue una verdad que le cambió la vida, que finalmente le colocó en un rumbo de colisión con el anticristo. Pero si creemos en la mentira, que dice que los hombres pueden tener al Padre sin el Hijo, o que los hombres pueden salvarse mediante el Antiguo Pacto, aparte de Cristo (como muchos enseñan hoy en día), entonces Juan dice que la verdad no permanece en ellos.


Apoyar al anticristo es oponerse a Cristo; es desempeñar el papel de Judas, quien amó a Jesús y le traicionó. ¿Cómo podría Judas seguir contándose con los apóstoles? ¿No sería reemplazado por otro? ¿Es importante que apoyemos el reclamo de Jesús sobre el Trono y el Derecho de Nacimiento? ¿O deberíamos unirnos a aquellos que una vez usurparon Su trono y ahora han usurpado Su Derecho de Nacimiento?

Categoría: Enseñanzas

Dr. Stephen Jones

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